martes, 8 de mayo de 2007

Genial

En Granada, los grafiteros corren el peligro de ser legales. Se acabó para ellos el pintar una pared con nocturnidad y alevosía, o asaltar un muro a spray armado con el mismo desparpajo con que se atraca un banco. A los grafiteros de Granada, los agentes de Policía Local, en vez de perseguirlos, les piden el número de teléfono para que les decoren la casa. El Ayuntamiento ha decidido incluso convocar un certamen de murales para quedarse con los mejores e instalarlos en dependencias municipales. Y lo que es más: ha editado un folleto turístico dedicado a un verdadero fenómeno local, Raúl Ruiz, de 23 años, también llamado Sex o el Niño de las Pinturas, en el que reproduce sus obras y aconseja un itinerario para que los turistas puedan contemplarse. De seguir así el rap puede terminar en los museos. "Esto se nos está escapando de las manos, porque una de las esencias del graffiti es no dejarse domesticar", sentencia reflexivo Sex, un escritor -así es como se autodenominan- cuyos extensos murales en los que retrata la mirada melancólica de la infancia del Tercer Mundo han terminado por convertirse en un paisaje más del centro de Granada. "Por un lado, conviene que el Ayuntamiento nos facilite las cosas, pero hay pensar que el graffiti nunca será legal". El pasado enero, El Niño de las Pinturas, harto de tener que pintar sus dibujos a escondidas o mirando de reojo, decidió, a plena luz del día, escoger un muro abandonado que le pareciera interesante, prepararlo (primero una capa de pintura blanca a brochazos) y ponerse a trabajar. "Si venía la policía, yo iba a pasar de todo: tengo mis propios argumentos para expresarme y pintar lo que yo quiera". En un lugar de eso, y cuando ya había realizado una decena de murales, algunos de ellos de hasta 12 metros de longitud, personal del Ayuntamiento se puso en contacto con él para ofrecerle la posibilidad de seguir escribiendo libremente y editar un tríptico que reproduciría sus graffitis, junto con un plano y un comentario sobre sus 15 murales. "Es una cosa que mola" dice. "Pero que no te debe hacer perder tu perspectiva: Yo sólo soy escritor cuando pinto lo que quiero, donde quiero y como quiero. Y eso no me lo va a quitar nadie". Enormes rostros de niños de aspecto indefenso mirando al transeúnte a los ojos. Reflexiones poéticas para acompañar al mural:" No son poemas ni nada por el estilo, son movidas mías, lo que se me viene al coco", explica. "Al fin y al cabo, yo me hago las mismas preguntas que todo el mundo: ¿Qué pintamos aquí? ¿Como puede estar el mundo tan loco y que nosotros nos quedemos tan tranquilos, sin hacer nada?". En la calle de Mesones, en pleno centro de la ciudad, el primer plano de un niño indio contempla un mundo de números. En el tríptico titulado Mira los muros- que se puede encontrar en todas las dependencias municipales- se dice que la obra se denomina Cifra$$ y que su técnica es "Spray sobre muro efímero","¿Son números lo que tu alma nutre?", ha escrito Sex. Delante de la pared, él reflexiona:"¿La gente compra lo que necesita, o hacen que necesite lo que compra...? Me gustaría que alguien que lleva 50.000 pesetas en el bolsillo para gastárselas en ropa se lo pensara un poco y se volviera a casa". Un poco más abajo, otro gran mural de la calle de Gracia llamado Sufrimiento gratuito retrata a un adolescente africano quitándose las lágrimas de los ojos. "¿Qué hacer con juegos que siempre se pierden ?" , es la sentencia que ilustra el trabajo. Queda como flotando en el aire algo que no se llega a decir: qué clase de juego es la guerra y que se gana con ella. "Que quieres que te diga", comenta el autor, " es evidente". Una estación más. La más querida. Es el primer graffiti que pintó con este estilo. Un amigo íntimo, escritor como él y con quien compartía aventuras, murió. La pintada, Niño azul, está en la plaza Pescadería, junto al mercado de Granada, también en el centro de la ciudad. Es un homenaje a la amistad herida por la muerte. " Duerme niño... y ensueñame para siempre", dice el texto. "Fue lo primero que hice públicamente, sin cortarme para nada", recuerda. "Al día siguiente volví para ver como había quedado y alguien había borrado parte del mural". Él decidió dejarlo como estaba. El parque de Federico García Lorca o la Gran Vía se han convertido en una especie de gran galería al aire libre, en las que las firma de Sex, sus graffitis y hasta su dirección web son un reclamo hacia una forma de arte que el escritor defiende como absolutamente social. Y desinteresada. "Los escritores de graffiti somos absolutamente altruistas: no buscamos nada, ni que nos paguen, ni que reconozcan nuestro trabajo. Ni siquiera que lo respeten. Nadie nos conoce. No perseguimos ningún beneficio. Sólo soltar lo que llevamos dentro, luego llega alguien, borra lo que hemos hecho o derriban el muro. Eso ya da igual". "El graffiti es sobre todo un arte muy social, algo que nació en la calle, algo que está hecho por la calle", añade. Rebelde, sobre todo, empieza incluso a odiar que haya salido gente que le copia el estilo. "Aquí lo que se trata es de que cada uno tenga su firma, su movida personal, y que la exprese, no que imite nada". Luego recuerda con ironía sus detenciones en la adolescencia cuando era sorprendido con el spray en la mano y los ojos puestos en una pared. En cierta ocasión, un policía local que tenía un aviso contra él escribió en el mismo papel de la denuncia su número de teléfono para que fuera a pintarle a su casa. Lo que más le desconcierta es que ahora, en lugar de borrar sus murales en la calle, el Ayuntamiento los catalogue. Es el triste destino del artista. El país de las tentaciones, 2002.

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